miércoles, 7 de abril de 2021

 EL CARIBE Y SU OTRA PANDEMIA

 

¿ Cómo se les pide a las gentes de los barrios populares que permanezcan por largo tiempo en ”sus casas”, en condiciones de hacinamiento, con pocos espacios, viviendo dos y hasta tres familias y sin un trabajo formal, y teniendo que salir diariamente al rebusque para alimentar a sus familias? ¿ Tienen argumentos sólidos aquellos que critican desde la comodidad de sus hogares, con ingresos suficientes y condiciones suntuosas para decirles a esas personas, “al populacho“, que no pueden salir a hacer higiene mental o refrescarse ante el calor inclemente, cuando las empresas de energía y de agua les quitan los servicios tres o cuatro veces a la semana? ¿ Y los protocolos de salubridad y bioseguridad, la disciplina y el distanciamiento socil cómo se aplican en unas comunidades que  comparten la integración social bailando, tomando frías, conversando y discutiendo mientras la bulla ensordecedora de los sonidos los concita al disfrute de la vida, porque es la única forma de socialización que tienen? ¿ Dónde y a quién acudir ante los problemas emocionales, consecuencia del desespero y la incertidumbre del presente y el futuro? ¿Habrá que recordar que tanto el cuerpo como la mente se enferman por el sedentarismo y el encierro?Estas son preguntas que, realmente, deberían responder quienes creen que ha habido educación ciudadana a un pueblos marginado y estigmatizado como el  nuestro, cuya única formación escolar es brindada en condiciones de pobreza y abandono estatal. Estos seres que habitan en zonas de alto riesgo, en condiciones infrahumanas e insalubres, en cambuches de zinc y cartón, que sólo miran la oportunidad de sobrevivir en su pobreza haciendo, en el peor de los casos, acciones indebidas por fuera de la ley, son los que incrementan las estadísticas de muertos no sólo por la pandemia, sino también por la violencia social. En fin, unos seres excluidos y avasallados por los tentáculos de las ”Fuerzas Vivas“ que los han marginados y engañados con la promesa del progreso social. Esa es la realidad de la otra pandemia sufrida durante dos o más siglos.

 

Entonces, estas gentes de estos barrios, a raiz de la llegada de la pandemia de coronavirus, el Covid-19, han hecho evidente muchas de las grandes vicisitudes por las cuales atraviesan los pueblos del caribe y el pacífico colombiano. Entre estas problemáticas, la estigmatización o el prejuicio de que se merecen ese destino por su mal vuvir y actuar. Están signados por un presente y un futuro aciagos. Tal vez por eso se rebelan incumpliendo normas impuestas sin mirar consecuencias, muchas de las veces siendo intolerantes y ciolentos ante la pérdida de algun familiar. Quieren ser libres y se burlan de la muerte así mueran en esa rebeldía.

 

En los últims días, la prensa hablada, escrita y televisiva, así como las redes sociales, se han ensañado con las gentes de ciudades de la costa en general y, de  Barranquilla y Cartagena en particular, porque muchas de éstas no acatan los protocolos y normas señalados por los gobiernos, nacional y municipales, durante el confinamiento. Según éstos, son personas ”incultas y mal educadas“ que merecen el señalamiento y la lapidación social. 

Por lo anterior y sin justificar ese mal comportamiento no se puede soslayar el porqué de esas conductas sin analizar los problemas intrínsicos y subyacentes relacionados con politicas económicas, sociales, culturales y educativas aplicadas por los gobiernos nacionales a través de adminnistraciones anteriores. Esos constructos que laten desde hace tiempo en el imaginario de muchos interioranos han permeado las percepciones que se tiene de hombres y mujeres caribeños desde hace muchísimo tiempo atrás. El caribe y sus gentes han sido visto como un apéndice más, como territorio lleno de negros, indios y mulatos tomadores de ron y jugadores de dominó. Pueblos y ciudades inmersos en una corrupción provocada por caciques y gamonales oportunistas que han usufructuado desde tiempos inmemoriales los pocos recursos que el gobierno central destina a estas tierras calurosas e infestadas de miasmas marinos.

 

Se reitera una y otra vez que la música, el baile y el consumo de licores han sido la constante en los cien o más días de cuarentena. Esas son las únicas imágenes que presentan y también es la única explicación que intentan presentar ante los ojos de la sociedad en general para señalar la descomposición social de las gentes del caribe. Sin llegar a aceptar ese comportamiento, muchas veces,  y llevado por algunas erróneas perepciones, le achacaba la culpa de ese número de infectados y fallecidos a esa forma tan carnavelera de nuestra idiosincrasia. Me dejé llevar por el sesgo de la información y desdije de esas actitudes Pero, estudiando un poco nuestra historia y analizando los discursos configurados durante siglos sobre la nación colombiana, me he puesto a reflexionar de que todo ha sido una cadena de respuestas de un pueblo caribeño abandonado, despreciado y saqueado, que hipocríticamente es importante cuando de elecciones se trata. 

 

La estigmatización de quienes administran y controlan los medios impone la idea de que las personas del caribe colombiano sufren las consecuencias de este flagelo universal por no tener educación ni cultura ciudadanas bien desarrolada como si la tienen los del interior. Sin embargo, esa percepción que se tiene de hombres y mujeres del caribe no es nueva. Desde hace siglos se tiene el prejuicio de que en estos lares lo único que existe son seres libidinosos y perezosos que no les importa la educación ni el orden, pues llevan en su sangre los genes de la inferioridad como seres humanos y en ellos pervive el desorden y “la recocha“.

 

En su ensayo “El ilustrado Francisco José de Caldas y la creación de una imagen de la nación“, el profesor Alfonso Múnera plantea, como si fuera una radigrafía, la realidad que la historiografía colombiana ha ocultado por muchos años y no desea dar a conocer. Ocultamiento que muchos de los intelectuales, salvo contadas excepciones, desconocen y asienten la visión centralista que siempre nos ha direccionado y mancillado como cultura y como pueblo. Expresa el profesor, en una entrevista a la Silla Caribe lo siguiente “Las epidemias no actúan en un vacío sino en un contexto social de condiciones de vida muy desfavorables, probablemente acompañadas de decaimiento anímico, de angustia -exteriorizada aún de maneras contradictorias como podrían ser las fiestas en algunos casos-, que pueden redundar además en defensas bajas en el organismo“. Asimismo, señala que ese discurso excluyente, iniciado por Francisco José de Caldas, “tomó forma, pues, una de las construcciones teóricas de más profundo arraigo en el imaginario colectivo de la república:la demonización de las tierras costeras y ardientes, su imagen de regiones fronteras, de geografías pestilentes y habitadas por seres inferiores, caló hondo en el alma de la nación decimonónica y fortaleció el discurso hegemónico andino“. Es  decir, se marcó desde ese entonces, porque lo decía un criollo intelectual, el sendero por donde iba a transcurrir la exclusión de las costas colombianas. Se  signó el cauce por donde iban a correr las políticas partidistas y centralistas de desprecio y negación para nuestros pueblos caribeños por el solo hecho de ser mulatos, negros e indios nacidos a la orilla del mar.

 

El mismo profesor Múnera expresa que  el cartagenero José Ignacio de Pombo ”…estaba convencido de que la región sólo se podía civilizar fomentando la disminución de la población de negros e indígenas, a los cuales señalaba como seres peligrosos y ajenos al progreso, a los que había que mezclar y educar para conducirlos a la civilización“. O sea, así como sucede ahora en los barrios populares de estas urbes caribeñas, a los habitantes se les estimagatiza y señala como desobedientes a quienes hay que reprimir a como dé lugar.  

” Ellos son sólo mamadores de Ron“dijo algún parásito de la politiquería. 

 

Finalmente, parafraseando al profesor Múnera, esas imágenes que niegan la importancia de hombres y mujeres del caribe y el pacífico siguen influyendo sobre los destinos de la cultura nacional. No obstante, ”una fuerza vigorosa de reafirmación de la identidad desde abajo, desde lo popular, ha traído a la escena con vigor inusitado la herencia afroamericana de los pueblos costeros”. Surge, desde sus raices ancestrales una fuerza profunda para traspasar ese imaginario que la historia nacional desconoce y que le adeuda a nuestras regiones costeras, provocando una toma de conciecia y rebeldía para que al caribe, en este caso, se le dé su importancia en el desarrollo y configuración de nuestra nación. 

 

 

 

 

 

viernes, 25 de abril de 2014

Una mirada bioética

Una de las imágenes muestra una devastada franja de tierra y en ella unos cadáveres de animales caídos en un suelo cuarteado, seco y rojizo como consecuencia del azote de la canícula y la nula pluviosidad. La otra imagen representa un charco de agua oscura donde un grupo de animales intenta mitigar su sed, mientras otros yacen moribundos como esperando la ayuda divina. Pocos árboles y un panorama tétrico y angustiante se distinguen en lontananza.
Vinieron a mi mente aquellas imágenes de personas y animales de países lejanos que se presentaban en la prensa internacional para enseñarnos, a través de esos medios informativos, lo que sucedía cuando no se poseía la riqueza de la prevención. Creí que nuevamente se daban noticias de allende los mares. Me preocupé y me puse a pensar en la manera cómo se destruye la vida que hay en esas tierras. Sin embargo, no eran unas imágenes de allá, sino de aquí cerca, en nuestras tierras colombianas. Eran las desoladas praderas de uno de los municipios del Departamento del Casanare.
Sí, como salió en un periódico de circulación nacional “Más de 20 mil animales, entre chigüiros, cerdos, ganado, peces, caimanes, tortugas y venados, han muerto en los últimos días”, el terror apocalíptico ahora lo teníamos presente en nuestra realidad. Estos animales habían perecido, porque las fuentes de aguas que les mitigaba la sed, estaban secas y sin la esperanza de llenarse por ahora, por la poca posibilidad de lluvias, debido a fenómenos atmosféricos de la época, el cambio climático.
El terror había llegado a nuestra nación: “Cerca de 250.000 hectáreas de verdes sabanas colmadas de agua y animales en Casanare se han convertido ahora en un desierto”. “Crece la preocupación entre los habitantes, quienes atribuyen el desastre ecológico a la contaminación de las petroleras”. Enunciados desesperanzadores y aciagos se cristalizaban en la prensa sin que hubiese un criterio sensato que  señalara las razones contundente del porqué se estaba presentando ese fenómeno terrorífico contra la vida.
Se escuchaban las voces de personalidades responsables hasta los tuétanos con el Medio Ambiente, pero muy poco comprometidas con él. Todo era más que explicaciones sin razón, juego de palabras de un discurso de una tragedia anunciada desde hace muchos años por unos locos que criticaban el deterioro de nuestro ecosistema y la voracidad capitalista y globalizante de la ciencia y la tecnología. La señora Ministra, Luz Elena Sarmiento, decía que todo esto no era más que “originado por la sobreexplotación de las tierras, el mal uso del agua y la falta de cuidado a los nacimientos”. Asimismo, en su explicación achacaba todo de manera olímpica “a  una expansión bastante alta de la ganadería extensiva y de otro tipo de proyectos agrícolas; así como el tema petrolero también puede estar impactando”.  Pero, surgen las preguntas ¿Dónde están los controles estatales y gubernamentales tanto de la nación como del ente regional para que no se presente esto? ¿No existe una legislación que regule estas actividades? ¿O estamos en una nación que no tiene dolientes, donde las empresas multinacionales petroleras, mineras y agrícolas como también los grandes terratenientes hacen de la suyas sin que se les diga nada ni se les controle? En mi concepto esto que está sucediendo debe ser investigado por todas las instancias relacionadas con el control de las políticas económicas, sociales, financieras y ambientales. No puede pasar desapercibido sin que haya claridad de la problemática ni responsables directos.
Un departamento  con una superficie de 44.640 km2  y una  Población de 325.389 habitantes, según informe del DANE-2005, con diecinueve  municipios y once corregimientos, cuya  economía se basa  en la producción ganadera, agrícola y en la explotación petrolera y minera, debió prever una situación como ésta por la manera como se iban dando la deforestación y la tala de árboles para el desarrollo de los anteriores sectores. Los campos petrolíferos  Cusiana y Cupiagua  generan  los mayores ingresos para esta parte del país. Al departamento del Casanare, ingresan por concepto de regalías,  aproximadamente 5.000 millones de dólares durante la ejecución  del proyecto.  Por tanto, si se hubiera hecho un trabajo multidisciplinar que analizara los costes y beneficios de todo este “desarrollo económico” muy seguramente no estuviéramos mirando el desastre ambiental y ecológico de este departamento.
Creo que ha faltado mirar más allá del problema ambiental para entrar en un análisis de fondo del comportamiento humano ante los retos de la vida terrenal. Debería haber una sabiduría para manejar el conocimiento de la ciencia y la tecnología que medie en beneficio no solo de la especie humana, sino también de todas aquellas especies que hacen parte de un ecosistema tan variopinto y especial como el nuestro. Es decir, una ética para la vida en general. Tal vez lo que ha faltado en la mayoría de los tecnócratas gubernamentales ha sido poseer una sabiduría para saber hacer preguntas inteligentes, pertinentes, oportunas y bien claras sobre las acciones humanas con la aplicación de tecno-ciencia en las realidades socioculturales de nuestro país.  Pues cada vez se ve más el detrimento de los seres humanos y el medio ambiente por el abuso indiscriminado del imperio moral de la tecnología donde, como lo plantea el profesor Gilberto Celys Galindo: “La razón económica potencia así la capacidad dominadora y autonómica  de la razón instrumental, evitando la pregunta de si hay subordinación de la tecno-ciencia a la economía  para afirmar directamente que se trata de un proceso complejo de condicionamiento recíproco. La consecuencia lógica de este condicionamiento reciproco queda a la vista en las sociedades regidas por el neoliberalismo económico, que no solamente incrementa su poder dominador sobre la naturaleza convirtiéndola en materia prima con valor agregado tecno-científico, sin poner atención a los gigantescos daños ambientales, sino que también ejerce acciones avasalladoras del hombre sobre el mismo hombre, en contravía de la dignidad humana”.
*Docente de Castellano y Literatura  del Distrito de Cartagena de Indias en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y Escrita en la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.

A nuestro idioma castellano



Se dice que en el año 1926 el escrito valenciano Vicente Clavel Andrés propuso celebrar la literatura, crisol de la creatividad en su amplio significado e importancia, escogiendo este día para tal fin. Sin embargo, fue en el mes de octubre 1946 cuando se aceptó esta  idea. La aceptación permitió la expansión de la propuesta que gradualmente se impuso, aceptándose en todos los países de habla hispana.  Para resaltar, en esta fecha también se celebra el día del libro, cuyo propósito es destacar la creación de esta herramienta del pensamiento y los saberes humanos como una de las que más ha contribuido al crecimiento de las culturas y  las civilizaciones a través de las palabras impresa.
El Día del Idioma castellano  se institucionalizó en Colombia mediante el decreto ejecutivo “708 del 23 de abril de 1938, durante la administración del Presidente Alfonso López Pumarejo, siendo Ministro de Educación Nacional José Joaquín Castro Martínez”. Hecho que marca un hito para la historia de unos de los países que ha forjado culturalmente su buen nombre con los aportes de grandes escritores, gramáticos y poetas de reconocimiento internacional, tal es el caso de nuestro fallecido premio Nobel Gabriel García Márquez, considerado como uno de los más destacados escritores de habla hispana.
La internacionalización y la creación de las Academias Nacionales del Idioma Castellano en los países de habla hispánica permitieron darle la preponderancia a ésta como también su valía lingüística. Actualmente más de 460 millones de personas hablan y defiendan con ahínco el idioma castellano, haciendo de él uno de los más importantes en todas sus dimensiones. Lo anterior es consecuencia de la imposición y usos de variantes lingüísticas que lo  fortalecen y alimentan cotidianamente con sus valiosos aportes. De allí el crecimiento de una lengua viva y dinámica como la castellana.
Cabe destacar que en su esencia toda lengua o idioma tiende a transformarse, acorde a las necesidades de comunicación e información de los “genios del idioma”, sus hablantes.
El castellano es un órgano vivo como cualquier otro; no permanece inamovible e inalterable, pues si no es así, se anquilosa y muere. En su proceso social o intersubjetivo se adapta a las necesidades de sus hablantes. Él no está exento de este proceso.
Es destacable no olvidar que en esa evolución se presentan modificaciones sustanciales que pueden transformar o convertirlo en otro idioma, como sucedió con el latín en los siglos anteriores al XIII. Proceso de transformación que, después de recibir los influjos de otras lenguas, comenzó a propiciar lo que conocemos hoy como los idiomas románticos o romances: español o castellano, francés, portugués, italiano, entre otros.
En el campo específico del castellano, los cambios lingüísticos que se presentan en la estructura de él son: el léxico, el fonológico, el morfológico, y el sintáctico.
El primero de ellos se da por tres fenómenos: la adición, la pérdida y el cambio. “La adición supone la incorporación de nuevas palabras al léxico de una lengua, la pérdida es la desaparición de palabras de una lengua y el cambio se define como una variación en el significado de las palabras de una lengua.” En castellano tenemos muchos referidos a éste, tales como la incorporación de nuevas palabras como fútbol, referí, formatear, entre muchas otras.
El segundo, en su proceso evolutivo, también genera cambios en su pronunciación o en algunos de los sonidos que la componen. Asimismo, el cambio morfológico juega papel importante en esta evolución de la lengua, puesto que la adición o supresión de algunos fonemas crea modificaciones en la estructura de las palabras de tal forma que surgen palabras por Prótesis, epéntesis, paragoge, aféresis, síncopa o apócope.
Por último, los cambios sintácticos o en las oraciones, son consecuencia de la avance del idioma. Nuestro idioma es prolijo en estos. Creo que el espacio no permitirá una extensión con ejemplos, pero si es bueno decir que se “ha pasado de una sistema de declinaciones a un sistema preposicional para indicar la función que un determinado elemento cumple dentro de la oración. De este modo en la actualidad se utiliza una preposición para indicar el complemento indirecto y no la forma acusativa, como se hacía en latín”.
De todo lo anterior se desprende que como hablantes de este idioma, no obstante nuestros antepasados amerindios haber sido invisibilizados a través de un proceso de subyugación y expoliación de muchos años, debemos cantar y celebrar nuestra lengua, porque también nosotros hemos aportado a su engrandecimiento y fortalecimiento.
*Docente de Lengua castellana y literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.

lunes, 29 de julio de 2013

Tú me ayudas, yo te ayudo: connivencia con la corrupción.

Emilio Kesler lanza una sonrisa cuando pasa soterradamente el billete de veinte mil pesos al agente de tránsito, después de haberse volado un semáforo y de ser detenido. No tuvo en cuenta si los peatones pasaban en ese instante o si venían otros autos por la calle para cometer la infracción, tampoco para pasar el billete. 
Total le daba lo mismo; él podía ofrecerle a cualquier agente de tránsito o de policía los billetes con tal de que lo dejaran tranquilo. Igualmente, Pedro Oyola Escudero, “El Papi”, desempleado desde hace mucho rato que hasta ya lo olvidó, el día de las elecciones para la escogencia del nuevo alcalde, recibe la suma de veinte mil pesos y una botella de ron para votar por uno de los candidatos. Caso muy común para la época electoral. Mientras que, la “Social and International Company de Tanzania” ofrece una cantidad enorme de dinero para ganar la licitación de la nueva central hidroeléctrica que se construirá en este departamento.
Aparentemente esta ilustración, sacada de la ficción, no es más que la evidencia de una realidad vivida cotidianamente en cualquier contexto del país. El soborno, la corrupción, el boleteo, el carrusel, la mordida, la coima o como se denominase cualquiera de sus manifestaciones parecieran ser inherente a la condición del ser colombiano. Sin embargo, esto no se podría ni afirmar ni negar categóricamente, porque aunque existan evidencias a través de la historia, sería difícil demostrarlo. Tal vez sea un problema estructural de todas las sociedades o quizás hace parte de la cultura del dinero fácil. No lo sabría afirmar. Pero, de que existe, existe.
Entonces, si se analizaran las narraciones anteriores, sin ahondar, y poniendo un poco de sentido común al problema, nos daríamos cuenta que son comportamientos generalizados y ya hacen parte de una cultura en contravía de los principios éticos y morales elementales de cualquier sociedad. ¿Pero se tendrá que soportar inclementemente la corrupción como si fuera la esencia de nuestros comportamientos o el pan nuestro de cada día? ¿Cómo combatir ese flagelo mundial que permea todas las instancias públicas y privadas? Algunas alternativas están supuestamente en la educación y en la defensa de una cultura del respeto y el servicio desinteresado al prójimo ¿Pero, qué educación y qué cultura? ¿La de la ilegalidad, la compra de votos, el traqueteo, la extorsión, el boleteo entre muchas otras manifestaciones corruptas cotidianas que se presentan en este país del Sagrado Corazón? Estamos en una encrucijada que merece auto-reflexionar como individuos y como sociedad. La corrupción hace que los intereses particulares primen sobre los de la comunidad y desacreditan, debilitando los principios de civilidad, la convivencia, la moralidad y la ética ciudadana.
Por otra parte, para argumentar lo anterior, se recoge lo expresado por el señor Armando Montenegro con cifras contundente de Transparencia Internacional. Grosso modo manifestaba: “En 1997, Colombia, en medio de sus legendarios escándalos políticos, fue considerado el tercer país más corrupto, medalla de bronce, entre los 52 países que eran objeto del estudio de Transparencia Internacional (con innegable exageración, un conocido reporte de esos años hablaba de que Colombia se había convertido en una cleptocracia). De ahí en adelante la situación mejoró. Y en 2003, en el estudio de Transparencia que ya abarcaba a 133 países, Colombia ocupó el puesto 59, cerca de la mitad de la tabla”. Asimismo, este señor, hacía alusión a otros informes tales como “En 2005, por ejemplo, Colombia ocupó el puesto 55 entre 155 países. Y desde entonces, año tras año, el país ha perdido 39 posiciones”. Además señalaba que “2012 Colombia ocupó allí el puesto 94 entre 174 países. No sólo apareció entre los corruptos de América Latina, cerca de Argentina y México, sino que superó a países reconocidos por sus problemas en esta materia, como China y Zambia”. Luego entonces, debido a esa realidad muchos de los corruptos del país estarán luchando por ganarse la medalla de oro y ocupar el primer puesto para mancillar el nombre de un país supuestamente rico y desarrollado, pero no progresista. Colombia viene acrecentando, en el contexto mundial, índices de corrupción que nos llenan de zozobra y escozor, no obstante los muchos controles que realizan los entes encargados de velar y cuidar los bienes del Estado.
Por último, es bueno expresar que el incumplimiento de un Estado y sus gobernantes con sus compromisos sociales permite que entre muchos exista la idea de que no importa “cuánto robe si se hacen obras” de cualquier índole. De lo cual se colige que la actitud de connivencia con la corrupción puede interpretarse como una anuencia al ilícito. Justificación que deslegitima el fortalecimiento de las instituciones democráticas en un país donde el adecuado cumplimiento de las normas se mira como algo completamente raro.

domingo, 23 de septiembre de 2012

LA IMPORTANCIA DE LA LECTURA EN EL SIGLO XXI





Me place saber que aún hay personas que opinan con un marcado sentido social y no se quedan en la superficialidad. Tal es el caso del columnista Alonso Sánchez Baute, quien escribió hace días un texto sobre la lectura en un periódico de la costa. Creo que es diciente e invita a pensar, aunque pueda haber algunos que no alcancen a vislumbrar la intencionalidad de su texto y no lo trasciendan porque no poseen las herramientas conceptuales para inferirlo.
Sí, la actividad lectora trasciende lo literal. El texto solicita del lector actos cognitivos complejos que muchas veces no se realizan por  pereza mental, creada y alimentada cotidianamente; o también, porque no existe la preparación para abordarlos y asimilarlos. Aquí todos tenemos culpa: la familia, la iglesia, la escuela, el estado, la comunidad, los medios, entre otros actores sociales. Es hora de resarcir esa gran falencia histórica. Quizás con programas o con campañas que muchas veces no son evaluadas para saber si hubo o no beneficios, pero que pueden ser aprovechadas por los “ingenieros sociales”, los maestros, para sacar provecho de ello y generar una cultura por y para la lectura y la escritura críticas.
Leer, ¿para qué? Se piensa que es una actividad más para pasar el tiempo de ocio o para responder preguntas en los exámenes. Esas son actividades de las muchas que pueden realizarse con la lectura. Sin embargo, si se analiza con sindéresis se hallará su significado, sentido y funcionalidad social, cultural y científica. Leer es dialogar con los tiempos; intercambiar ideas, rumiar el texto, trabajarlo, comprender e interpretar. No es repetir. Es una construcción de dos seres que debaten y combaten para no dejarse vencer el uno del otro. Leer para la rebelión y la revelación.
No se puede seguir en “la cárcel del subdesarrollo”. El conformismo y la desidia quizás sean los artífices de una sociedad aletargada por los mass-medios. Tal vez la brecha cognitiva y cognoscitiva entre una clase y otra, si verdaderamente hubiera un política lectoescritural, no existiría, puesto que  sería una ficción. Pero, el abismo es inmenso.
Nuestra permisividad por aceptar la mediocridad nos hace muy endeble para contrarrestar los verdaderos intereses de gobernantes, que miran con desdén a quienes no nacieron con abolengo ni dinero.
Hace días un profesor renunciaba a su cátedra universitaria, tal vez simbólicamente, para poner el dedo en la llaga de nuestro sistema educativo. Esta situación debería analizarse en doble vía: desde la percepción del maestro como la de sus estudiantes. No sé si ellos se manifestaron. Allí se aprecia la reiteración o el sobre-diagnostico que desde hace décadas se hace de niños y jóvenes colombianos: nuestros niños y jóvenes no saben leer. El famoso cuento del gallo capón.
El problema radica en la forma como se trata la enfermedad. En un documento del lingüista Noam Chomsky “Diez Estrategias de Manipulación” que utilizan para hacernos ovejitas, se percibe que las distracciones recibidas cotidianamente se emplean para desviarnos la atención de “los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en todas las áreas del saber. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para pensar” es la estrategia. Cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia.
Asimismo, la estrategia del estimulo de lo mediocre “Promover al público a creer que es “La moda” ser simple, estúpido, vulgar e inculto. Instando a tratar como a “Bicho raro” a quien piensa más de la cuenta. ¿Irónico, no?”. Es una de las estrategias más empleada por la televisión. En este caso, quien piense diferente hay que excluirlo o desaparecerlo; es enemigo y no debe vivir. ¿Irónico, no?

BACANTES Y PLAÑIDERAS DEL PAIS DEL “TODO PASA Y NADA PASA”







Si mal no estoy, en el siglo V a.C, en la Grecia clásica, emergieron las Bacantes, ese grupo de mujeres adoradoras de Baco, que les rendían tributo al dios del vino; de manera similar, en el “País del todo pasa y nada pasa”, surgieron los seguidores y adoradores del pensamiento de un  “Seudo Gran héroe”, con la diferencia que éstas no danzan ni disfrutan los momentos de éxtasis, sino que lloran amargamente. En ese país amnésico y adormecido, que intenta levantarse y caminar como Lázaro, pero que no lo dejan porque no conviene que se descubra a sí mismo, estas impúdicas lanzan improperios y expresiones infundadas contra aquel que ose oponerse a su héroe.
Ese “Seudo Gran héroe”,  modelo de persona que no deja de molestar, no obstante encontrarse en uso de buen retiro, después de haber desangrado y engañado a esa nación, tiene a sus áulicos y bacantes, cual canario montuno y silvestre, comiendo diariamente con trinos disonantes. Pero lo que más llama la atención de esto es la similitud que posee la actitud de éste con aquellos héroes trágicos. Araceli Laurence, en  Locura y destrucción en el teatro griego clásico, escribe Los héroes trágicos, en general, tienen muchos puntos en común con los locos: son destructivos, se matan a sí mismos y matan a otros, se enceguecen y dejan ciegos a otros. Los héroes trágicos ven las cosas de un modo particular, solo ellos tienen esa visión: Antígona rechaza a su hermana Ismene porque no ve las cosas como ella, la primera es una heroína, la segunda, no”. Pareciera que el tiempo se hubiera detenido en ese espacio para estar asistiendo a la escenificación de una gran tragedia griega donde los locos intentan ser dioses o algo así por el estilo.
Sin embargo, no deseo realizar un estudio histórico sobre las Bacantes porque no sería ecuánime con su aporte al desarrollo de una de las manifestaciones del arte escénico, sino hacer un cuadro comparativo entre ellas y un grupo de Bacantes más actualizadas y estilizadas que diariamente aplauden y vitorean a su “Seudo Gran héroe” como si éste fuera el culmen de la intelectualidad y la síntesis del pensamiento equilibrado. Esto es, Bacantes disfrazadas de, lobos blancos y lobas negras, tigrillos, monos, orangutanes, eunucos y seudointelectuales con ánimo de sobresalir y desempeñar papel protagónico sin tener un ápice de materia gris para discernir entre el bien y el mal, o de, mínimamente,  ser capaces de no beber la amargura o ese icor de dios olímpico que destila por la herida, su “Seudo Gran héroe”,  para no ser considerados idiotas útiles a una causa perdida desde hace rato.
Aunque hay una diferencia enorme entre unas y otras. Mientras esas mujeres gozaban de su dios con sus danzas y orgías extáticas; los seguidores acríticos del “Seudo Gran héroe” pierden el placer de gozar por estar ofreciéndole éste a su líder. Inmersos en su idolatría se adormecen no enterándose que amaneció hace rato y que la terrible noche cesó, mostrando que se cometieron desplazamientos, violaciones, desapariciones, invisibilizaciòn, persecución y asesinato sin el menor recato ni sensibilidad ante hijos, hermanos, madres y esposas. Que el día llegó y los rayos solares alumbraron una realidad que hace ser conscientes a sus ciudadanos de la importancia de la reconciliación.
También  se puede comparar a este grupo de personajes paranoicos con el de las tradicionales plañideras. Mientras las plañideras muy llorosas y expresivas no sabían cómo ni qué decir cuando perdían a sus seres queridos; las plañideras del   “País del todo pasa y nada pasa” se dedican a despotricar, desde todos los medios habidos, contra todo lo que huela a pueblo. Un coro quejumbroso y suplicante se eleva al Olimpo pidiendo el castigo eterno a quienes se opongan a sus percepciones e ideas; pues, no les gusta ni la paz ni las reformas ni mucho menos el bien para los demás, sino la ley del embudo y la connivencia con lo ilícito y oscuro. Claro, hay que aclarar que las  diferencias entre unas y otras, cuando se dan eventos diferentes, es muy enorme.
Por ùltimo, es bueno anotar que el término plañidera tiene la denotación, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, de  “Mujer a la que se pagaba por ir a llorar a los entierros.”. Teniendo además  los consabidos sinónimos de llorona, suspirante, sollozante. Asimismo, se enuncia la acepción  de plañidero como lastimero, suplicante, llorón, quejumbroso, quejica, etc. Se trae a colación esta comparación para ilustrar metafóricamente la situación que se da entre los seguidores del Seudo Gran héroe” y los hechos y eventos de ese país enfermo por la peste del olvido.
Referencia
Laurence, Araceli, Locura y destrucción en el teatro griego clásico:   http://www.ucm.es/info/especulo/numero38/locuragr.html