ENTRE LA LECTURA Y LA ESCRITURA
No sólo somos lo que vemos, somos lo que pensamos, decimos y actuamos.Este espacio fue creado para transmitir aquellas ideas recurrentes que surgen de mis elucubraciones. No son más que eso: Ideas que van colándose una a una por los resquicios del tiempo y la memoria. Bienvenidos, pues, a compartir la locura placentera de hablar con el pensamiento.
miércoles, 22 de septiembre de 2021
miércoles, 7 de abril de 2021
EL CARIBE Y SU OTRA PANDEMIA
¿ Cómo se les pide a las gentes de los barrios populares que permanezcan por largo tiempo en ”sus casas”, en condiciones de hacinamiento, con pocos espacios, viviendo dos y hasta tres familias y sin un trabajo formal, y teniendo que salir diariamente al rebusque para alimentar a sus familias? ¿ Tienen argumentos sólidos aquellos que critican desde la comodidad de sus hogares, con ingresos suficientes y condiciones suntuosas para decirles a esas personas, “al populacho“, que no pueden salir a hacer higiene mental o refrescarse ante el calor inclemente, cuando las empresas de energía y de agua les quitan los servicios tres o cuatro veces a la semana? ¿ Y los protocolos de salubridad y bioseguridad, la disciplina y el distanciamiento socil cómo se aplican en unas comunidades que comparten la integración social bailando, tomando frías, conversando y discutiendo mientras la bulla ensordecedora de los sonidos los concita al disfrute de la vida, porque es la única forma de socialización que tienen? ¿ Dónde y a quién acudir ante los problemas emocionales, consecuencia del desespero y la incertidumbre del presente y el futuro? ¿Habrá que recordar que tanto el cuerpo como la mente se enferman por el sedentarismo y el encierro?Estas son preguntas que, realmente, deberían responder quienes creen que ha habido educación ciudadana a un pueblos marginado y estigmatizado como el nuestro, cuya única formación escolar es brindada en condiciones de pobreza y abandono estatal. Estos seres que habitan en zonas de alto riesgo, en condiciones infrahumanas e insalubres, en cambuches de zinc y cartón, que sólo miran la oportunidad de sobrevivir en su pobreza haciendo, en el peor de los casos, acciones indebidas por fuera de la ley, son los que incrementan las estadísticas de muertos no sólo por la pandemia, sino también por la violencia social. En fin, unos seres excluidos y avasallados por los tentáculos de las ”Fuerzas Vivas“ que los han marginados y engañados con la promesa del progreso social. Esa es la realidad de la otra pandemia sufrida durante dos o más siglos.
Entonces, estas gentes de estos barrios, a raiz de la llegada de la pandemia de coronavirus, el Covid-19, han hecho evidente muchas de las grandes vicisitudes por las cuales atraviesan los pueblos del caribe y el pacífico colombiano. Entre estas problemáticas, la estigmatización o el prejuicio de que se merecen ese destino por su mal vuvir y actuar. Están signados por un presente y un futuro aciagos. Tal vez por eso se rebelan incumpliendo normas impuestas sin mirar consecuencias, muchas de las veces siendo intolerantes y ciolentos ante la pérdida de algun familiar. Quieren ser libres y se burlan de la muerte así mueran en esa rebeldía.
En los últims días, la prensa hablada, escrita y televisiva, así como las redes sociales, se han ensañado con las gentes de ciudades de la costa en general y, de Barranquilla y Cartagena en particular, porque muchas de éstas no acatan los protocolos y normas señalados por los gobiernos, nacional y municipales, durante el confinamiento. Según éstos, son personas ”incultas y mal educadas“ que merecen el señalamiento y la lapidación social.
Por lo anterior y sin justificar ese mal comportamiento no se puede soslayar el porqué de esas conductas sin analizar los problemas intrínsicos y subyacentes relacionados con politicas económicas, sociales, culturales y educativas aplicadas por los gobiernos nacionales a través de adminnistraciones anteriores. Esos constructos que laten desde hace tiempo en el imaginario de muchos interioranos han permeado las percepciones que se tiene de hombres y mujeres caribeños desde hace muchísimo tiempo atrás. El caribe y sus gentes han sido visto como un apéndice más, como territorio lleno de negros, indios y mulatos tomadores de ron y jugadores de dominó. Pueblos y ciudades inmersos en una corrupción provocada por caciques y gamonales oportunistas que han usufructuado desde tiempos inmemoriales los pocos recursos que el gobierno central destina a estas tierras calurosas e infestadas de miasmas marinos.
Se reitera una y otra vez que la música, el baile y el consumo de licores han sido la constante en los cien o más días de cuarentena. Esas son las únicas imágenes que presentan y también es la única explicación que intentan presentar ante los ojos de la sociedad en general para señalar la descomposición social de las gentes del caribe. Sin llegar a aceptar ese comportamiento, muchas veces, y llevado por algunas erróneas perepciones, le achacaba la culpa de ese número de infectados y fallecidos a esa forma tan carnavelera de nuestra idiosincrasia. Me dejé llevar por el sesgo de la información y desdije de esas actitudes Pero, estudiando un poco nuestra historia y analizando los discursos configurados durante siglos sobre la nación colombiana, me he puesto a reflexionar de que todo ha sido una cadena de respuestas de un pueblo caribeño abandonado, despreciado y saqueado, que hipocríticamente es importante cuando de elecciones se trata.
La estigmatización de quienes administran y controlan los medios impone la idea de que las personas del caribe colombiano sufren las consecuencias de este flagelo universal por no tener educación ni cultura ciudadanas bien desarrolada como si la tienen los del interior. Sin embargo, esa percepción que se tiene de hombres y mujeres del caribe no es nueva. Desde hace siglos se tiene el prejuicio de que en estos lares lo único que existe son seres libidinosos y perezosos que no les importa la educación ni el orden, pues llevan en su sangre los genes de la inferioridad como seres humanos y en ellos pervive el desorden y “la recocha“.
En su ensayo “El ilustrado Francisco José de Caldas y la creación de una imagen de la nación“, el profesor Alfonso Múnera plantea, como si fuera una radigrafía, la realidad que la historiografía colombiana ha ocultado por muchos años y no desea dar a conocer. Ocultamiento que muchos de los intelectuales, salvo contadas excepciones, desconocen y asienten la visión centralista que siempre nos ha direccionado y mancillado como cultura y como pueblo. Expresa el profesor, en una entrevista a la Silla Caribe lo siguiente “Las epidemias no actúan en un vacío sino en un contexto social de condiciones de vida muy desfavorables, probablemente acompañadas de decaimiento anímico, de angustia -exteriorizada aún de maneras contradictorias como podrían ser las fiestas en algunos casos-, que pueden redundar además en defensas bajas en el organismo“. Asimismo, señala que ese discurso excluyente, iniciado por Francisco José de Caldas, “tomó forma, pues, una de las construcciones teóricas de más profundo arraigo en el imaginario colectivo de la república:la demonización de las tierras costeras y ardientes, su imagen de regiones fronteras, de geografías pestilentes y habitadas por seres inferiores, caló hondo en el alma de la nación decimonónica y fortaleció el discurso hegemónico andino“. Es decir, se marcó desde ese entonces, porque lo decía un criollo intelectual, el sendero por donde iba a transcurrir la exclusión de las costas colombianas. Se signó el cauce por donde iban a correr las políticas partidistas y centralistas de desprecio y negación para nuestros pueblos caribeños por el solo hecho de ser mulatos, negros e indios nacidos a la orilla del mar.
El mismo profesor Múnera expresa que el cartagenero José Ignacio de Pombo ”…estaba convencido de que la región sólo se podía civilizar fomentando la disminución de la población de negros e indígenas, a los cuales señalaba como seres peligrosos y ajenos al progreso, a los que había que mezclar y educar para conducirlos a la civilización“. O sea, así como sucede ahora en los barrios populares de estas urbes caribeñas, a los habitantes se les estimagatiza y señala como desobedientes a quienes hay que reprimir a como dé lugar.
” Ellos son sólo mamadores de Ron“dijo algún parásito de la politiquería.
Finalmente, parafraseando al profesor Múnera, esas imágenes que niegan la importancia de hombres y mujeres del caribe y el pacífico siguen influyendo sobre los destinos de la cultura nacional. No obstante, ”una fuerza vigorosa de reafirmación de la identidad desde abajo, desde lo popular, ha traído a la escena con vigor inusitado la herencia afroamericana de los pueblos costeros”. Surge, desde sus raices ancestrales una fuerza profunda para traspasar ese imaginario que la historia nacional desconoce y que le adeuda a nuestras regiones costeras, provocando una toma de conciecia y rebeldía para que al caribe, en este caso, se le dé su importancia en el desarrollo y configuración de nuestra nación.
viernes, 25 de abril de 2014
Una mirada bioética
Vinieron a mi mente aquellas imágenes de personas y animales de países lejanos que se presentaban en la prensa internacional para enseñarnos, a través de esos medios informativos, lo que sucedía cuando no se poseía la riqueza de la prevención. Creí que nuevamente se daban noticias de allende los mares. Me preocupé y me puse a pensar en la manera cómo se destruye la vida que hay en esas tierras. Sin embargo, no eran unas imágenes de allá, sino de aquí cerca, en nuestras tierras colombianas. Eran las desoladas praderas de uno de los municipios del Departamento del Casanare.
Sí, como salió en un periódico de circulación nacional “Más de 20 mil animales, entre chigüiros, cerdos, ganado, peces, caimanes, tortugas y venados, han muerto en los últimos días”, el terror apocalíptico ahora lo teníamos presente en nuestra realidad. Estos animales habían perecido, porque las fuentes de aguas que les mitigaba la sed, estaban secas y sin la esperanza de llenarse por ahora, por la poca posibilidad de lluvias, debido a fenómenos atmosféricos de la época, el cambio climático.
El terror había llegado a nuestra nación: “Cerca de 250.000 hectáreas de verdes sabanas colmadas de agua y animales en Casanare se han convertido ahora en un desierto”. “Crece la preocupación entre los habitantes, quienes atribuyen el desastre ecológico a la contaminación de las petroleras”. Enunciados desesperanzadores y aciagos se cristalizaban en la prensa sin que hubiese un criterio sensato que señalara las razones contundente del porqué se estaba presentando ese fenómeno terrorífico contra la vida.
Se escuchaban las voces de personalidades responsables hasta los tuétanos con el Medio Ambiente, pero muy poco comprometidas con él. Todo era más que explicaciones sin razón, juego de palabras de un discurso de una tragedia anunciada desde hace muchos años por unos locos que criticaban el deterioro de nuestro ecosistema y la voracidad capitalista y globalizante de la ciencia y la tecnología. La señora Ministra, Luz Elena Sarmiento, decía que todo esto no era más que “originado por la sobreexplotación de las tierras, el mal uso del agua y la falta de cuidado a los nacimientos”. Asimismo, en su explicación achacaba todo de manera olímpica “a una expansión bastante alta de la ganadería extensiva y de otro tipo de proyectos agrícolas; así como el tema petrolero también puede estar impactando”. Pero, surgen las preguntas ¿Dónde están los controles estatales y gubernamentales tanto de la nación como del ente regional para que no se presente esto? ¿No existe una legislación que regule estas actividades? ¿O estamos en una nación que no tiene dolientes, donde las empresas multinacionales petroleras, mineras y agrícolas como también los grandes terratenientes hacen de la suyas sin que se les diga nada ni se les controle? En mi concepto esto que está sucediendo debe ser investigado por todas las instancias relacionadas con el control de las políticas económicas, sociales, financieras y ambientales. No puede pasar desapercibido sin que haya claridad de la problemática ni responsables directos.
Un departamento con una superficie de 44.640 km2 y una Población de 325.389 habitantes, según informe del DANE-2005, con diecinueve municipios y once corregimientos, cuya economía se basa en la producción ganadera, agrícola y en la explotación petrolera y minera, debió prever una situación como ésta por la manera como se iban dando la deforestación y la tala de árboles para el desarrollo de los anteriores sectores. Los campos petrolíferos Cusiana y Cupiagua generan los mayores ingresos para esta parte del país. Al departamento del Casanare, ingresan por concepto de regalías, aproximadamente 5.000 millones de dólares durante la ejecución del proyecto. Por tanto, si se hubiera hecho un trabajo multidisciplinar que analizara los costes y beneficios de todo este “desarrollo económico” muy seguramente no estuviéramos mirando el desastre ambiental y ecológico de este departamento.
A nuestro idioma castellano
Se dice que en el año 1926 el escrito valenciano Vicente Clavel Andrés propuso celebrar la literatura, crisol de la creatividad en su amplio significado e importancia, escogiendo este día para tal fin. Sin embargo, fue en el mes de octubre 1946 cuando se aceptó esta idea. La aceptación permitió la expansión de la propuesta que gradualmente se impuso, aceptándose en todos los países de habla hispana. Para resaltar, en esta fecha también se celebra el día del libro, cuyo propósito es destacar la creación de esta herramienta del pensamiento y los saberes humanos como una de las que más ha contribuido al crecimiento de las culturas y las civilizaciones a través de las palabras impresa.
El Día del Idioma castellano se institucionalizó en Colombia mediante el decreto ejecutivo “708 del 23 de abril de 1938, durante la administración del Presidente Alfonso López Pumarejo, siendo Ministro de Educación Nacional José Joaquín Castro Martínez”. Hecho que marca un hito para la historia de unos de los países que ha forjado culturalmente su buen nombre con los aportes de grandes escritores, gramáticos y poetas de reconocimiento internacional, tal es el caso de nuestro fallecido premio Nobel Gabriel García Márquez, considerado como uno de los más destacados escritores de habla hispana.
La internacionalización y la creación de las Academias Nacionales del Idioma Castellano en los países de habla hispánica permitieron darle la preponderancia a ésta como también su valía lingüística. Actualmente más de 460 millones de personas hablan y defiendan con ahínco el idioma castellano, haciendo de él uno de los más importantes en todas sus dimensiones. Lo anterior es consecuencia de la imposición y usos de variantes lingüísticas que lo fortalecen y alimentan cotidianamente con sus valiosos aportes. De allí el crecimiento de una lengua viva y dinámica como la castellana.
Cabe destacar que en su esencia toda lengua o idioma tiende a transformarse, acorde a las necesidades de comunicación e información de los “genios del idioma”, sus hablantes.
El castellano es un órgano vivo como cualquier otro; no permanece inamovible e inalterable, pues si no es así, se anquilosa y muere. En su proceso social o intersubjetivo se adapta a las necesidades de sus hablantes. Él no está exento de este proceso.
Es destacable no olvidar que en esa evolución se presentan modificaciones sustanciales que pueden transformar o convertirlo en otro idioma, como sucedió con el latín en los siglos anteriores al XIII. Proceso de transformación que, después de recibir los influjos de otras lenguas, comenzó a propiciar lo que conocemos hoy como los idiomas románticos o romances: español o castellano, francés, portugués, italiano, entre otros.
En el campo específico del castellano, los cambios lingüísticos que se presentan en la estructura de él son: el léxico, el fonológico, el morfológico, y el sintáctico.
El primero de ellos se da por tres fenómenos: la adición, la pérdida y el cambio. “La adición supone la incorporación de nuevas palabras al léxico de una lengua, la pérdida es la desaparición de palabras de una lengua y el cambio se define como una variación en el significado de las palabras de una lengua.” En castellano tenemos muchos referidos a éste, tales como la incorporación de nuevas palabras como fútbol, referí, formatear, entre muchas otras.
El segundo, en su proceso evolutivo, también genera cambios en su pronunciación o en algunos de los sonidos que la componen. Asimismo, el cambio morfológico juega papel importante en esta evolución de la lengua, puesto que la adición o supresión de algunos fonemas crea modificaciones en la estructura de las palabras de tal forma que surgen palabras por Prótesis, epéntesis, paragoge, aféresis, síncopa o apócope.
Por último, los cambios sintácticos o en las oraciones, son consecuencia de la avance del idioma. Nuestro idioma es prolijo en estos. Creo que el espacio no permitirá una extensión con ejemplos, pero si es bueno decir que se “ha pasado de una sistema de declinaciones a un sistema preposicional para indicar la función que un determinado elemento cumple dentro de la oración. De este modo en la actualidad se utiliza una preposición para indicar el complemento indirecto y no la forma acusativa, como se hacía en latín”.
De todo lo anterior se desprende que como hablantes de este idioma, no obstante nuestros antepasados amerindios haber sido invisibilizados a través de un proceso de subyugación y expoliación de muchos años, debemos cantar y celebrar nuestra lengua, porque también nosotros hemos aportado a su engrandecimiento y fortalecimiento.
*Docente de Lengua castellana y literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.
lunes, 29 de julio de 2013
Tú me ayudas, yo te ayudo: connivencia con la corrupción.
Por último, es bueno expresar que el incumplimiento de un Estado y sus gobernantes con sus compromisos sociales permite que entre muchos exista la idea de que no importa “cuánto robe si se hacen obras” de cualquier índole. De lo cual se colige que la actitud de connivencia con la corrupción puede interpretarse como una anuencia al ilícito. Justificación que deslegitima el fortalecimiento de las instituciones democráticas en un país donde el adecuado cumplimiento de las normas se mira como algo completamente raro.